
Te habrás dado cuenta que desde que estas enfermo/a, te sientes más solo/a. Esto no es producto de tu imaginación. Realmente, la gente ha empezado a pasar de ti. No te avisan para salir porque te has pasado meses y meses diciéndoles que no. Tampoco te vienen a ver, en parte porque nadie quiere molestar a un enfermo, y en parte porque en realidad les da palo. Nadie quiere estar con un enfermo. Otros podrán pensar que quizá te lo has inventado todo, que tienes mucho cuento. Otros simplemente te ignorarán porque no saben como reaccionar. En fin… la gente hace lo que puede. En serio, no te enfades, porque te vas a poner peor.
Olvídate de los que no te creen. Estos, al palco. Mantén la distancia con aquellos que mantienen la distancia. Si te llaman para salir y no te encuentras bien, puedes decir que sí, ir y pasarlo realmente mal, o puedes ser honesto y decir que mejor otro día que te encuentres mejor. Empezarás a saber qué niveles de malestar y dolor eres capaz de tolerar en público o haciendo actividades. Calibra bien el detector de ese nivel de tolerancia; así podrás salir más, porque quedarte siempre en casa tampoco te beneficia, ni es la solución. Si te encierras en casa y te apartas totalmente de la gente, empeorarás. Todos necesitamos relacionarnos, y no digo que siempre haya que estar rodeado de gente. A veces esta bien estar un tiempo solo/a, pero la soledad es una mala compañera cuando es la única compañía en un tiempo prolongado.
Con el tiempo, te vas a dar cuenta de que los que siguen ahí, son los que valen la pena. Realmente la cantidad de personas que están dispuestas a quedarse contigo, aún en las peores circunstancias, ha bajado considerablemente desde que estas enfermo/a. Acéptalo. Se trata de una poda. Las ramas podridas que te estaban quitando los nutrientes en vano, se han caído. Las ramas rotas que no te aportaban ningún nutriente, se han caído. Las ramas torcidas, sabes que te van a llevar por el mal camino, y es mejor renunciar a ellas. Aquellas hojas que estaban caducas, sabías que iban a caer tarde o temprano, con el cambio de estación. Y finalmente, quedan las ramas fuertes y las hojas perennes, aquellas con las que siempre puedes contar y que te hacen crecer. Puedes contemplar la escena como si fueses un árbol al que le han despojado de su majestuosa copa y lo han dejado pelado y ridículo, con cuatro ramitas endebles, que parece que se vaya a morir. Pero esa visión no se corresponde con la realidad, aunque puede que te sientas así. Pero también puedes contemplar la escena como si realmente ese árbol necesitase una buena poda, y al podarlo, se ha librado de las ramas podridas, rotas y torcidas, de toda aquella hojarasca inútil, y finalmente se siente aligerado, fresco, más sano y descargado.
A veces, menos es más. Créeme. Que les den. La vida sigue y estás mejor sin toda esa gente postiza. Quédate con la que vale la pena, que serán tres o cuatro como mucho. Aléjate de las personas que no crean en ti, que no te respeten, que te menosprecien o infravaloren; no las necesitas, aunque sean de tu propia familia (sé que es duro esto último, y a veces no es posible alejarse, pero en la medida en la que puedas, mantén la distancia).
¿Y porqué es tan importante la poda? Pues porque los conflictos, las peleas, las decepciones, los enfados y las broncas te van a hacer sentir más dolor. Y no queremos eso, ¿verdad? Pues a cuidarse de los malos rollos y a estar tranquilos y cómodos con la gente que nos rodea. Lo mismo pasa si estamos en un ambiente donde hay mal rollo. Lo vas a notar en el cuerpo. Por eso, aléjate, no participes de las broncas, mantén fuera de tu alcance las energías negativas. Tienes que ser como un pequeño buda que siempre sonríe, siempre es feliz en cualquier circunstancia. ¿Y cómo lo hace? Pues la verdad es que no lo sé, pero de momento, voy utilizando un chubasquero en momentos en los que la tormenta no va conmigo para no mojarme. Cuando hay conflictos intento alejarme, no participar. Ya se apañarán. Cada uno que lidie con sus batallas. Si la batalla va conmigo, entonces hay que considerar si realmente vale la pena luchar y pagar el desgaste que supone la batalla. A veces es mejor no luchar contra un imposible, o en realidad no hay tal batalla y es mejor pasar de las rabietas y asentir. Que se la coman ellos. El orgullo no sirve para nada. Es mejor estar tranquilo en tu interior y dejar creer a los demás que han ganado para que no te den la tabarra, en serio. ¿Para qué necesitas ganar? No hay nada que demostrar.