
Hace unos años que me diagnosticaron fibromialgia. El primer brote llego de un día para otro. Sin previo aviso me encontré sumida en una pesadilla de la que no era capaz de despertar. En mi caso, no hubo ningún detonante concreto que marcara el inicio de la enfermedad; no tuve ningún accidente, ni disgusto, ni susto, ni episodio traumático que pudiese identificar como desencadenante de la enfermedad. Aunque con el tiempo sí que pude analizar que el estilo de vida que llevaba pudo afectar de alguna manera su aparición y que algunas de las experiencias vitales influyeron en su desarrollo.
Hasta que no tuve un diagnóstico firme pasó casi un año, durante el cual las dudas y el miedo dominaron mi día a día. Estaba deseando que los médicos me dieran una solución, ponerle nombre a lo que me estaba pasando para poder afrontarlo y empezar algún tratamiento o terapia para mejorar. Creía que con un diagnóstico sería capaz de luchar contra lo que me estaba pasando y necesitaba una respuesta. Lo peor es no saber lo que te pasa, porque hasta que no lo sabes te consume el miedo y la incertidumbre. Pero aún teniendo el diagnóstico, no me sentía segura y seguía pensando que debía haber alguna otra explicación médica para aquellos dolores. Así que de entrada, rechacé el diagnóstico y seguía buscando otra explicación que no era capaz de encontrar. Cuando finalmente acepté que lo que me pasaba era fibromialgia, después de varios meses, la enfermedad empezó a remitir. El hecho de aceptar la enfermedad, me ayudó a incorporarla a mi vida y a sobrellevarla mejor. Fue entonces cuando empecé a sentirme un poco mejor, y poco a poco fui descubriendo algunas soluciones que me llevaron a mejorar mucho.
Después de pasar por un periplo de inseguridades, miedos y dolor, he sido capaz de salir adelante y de llevar una vida normal, por decirlo de alguna manera. He aprendido a conocer la enfermedad, a identificar las señales que me manda el cuerpo, a detectar las situaciones que hacen que empeore y a encontrar soluciones para paliar sus efectos. Por eso, hoy, que ya soy un poco más vieja y más consciente, me gustaría compartir con vosotros algunas de las cuestiones que he aprendido y que, al menos a mi, me funcionan. No digo con esto que tenga las respuestas a todo o que crea que la fibromialgia se puede curar, porque no es así, pero sí que puedo asegurar que teniendo en cuenta algunas cosas, se puede mejorar y sobrellevar.
Allá va…